El Museo

Para mí, el verdadero lujo es tomarse el tiempo para dar forma a las visiones, investigar nuevos materiales para realizarlas y crear una unión alquímica entre la pintura y el bordado.

Cada obra tiene su propia dimensión porque nunca decido, hasta el final de la obra, cuánto espacio se moverán mis iconos.

Comienzo dibujándolos a lápiz sobre un lienzo de restauración de lino puro de textura gruesa. Este soporte lo trabajo con colas vinílicas y lo pinto con colores acrílicos. Los reflejos se realizan extendiendo una mezcla de yeso y cola con un pincel.

Cuando logro un resultado satisfactorio, recorté las figuras y las cosí sobre terciopelo con varios puntos de bordado.

Tienen una doble vida, en la parte delantera podrás ver el resultado final, en la parte trasera las líneas esenciales que dan las costuras.

Las posteriores intervenciones surgen espontáneamente de obra en obra, basándose en el efecto casi escultórico y tridimensional.

El cabello muchas veces me ofrece esta posibilidad, lo trabajo, lo retuerzo, lo reviso con colas aún más resistentes.

El lino no es el único tejido presente también hay sedas, tan ligeras... que a veces adornan la desnudez, otras... se convierten en una superficie de agua que se mueve cuando una bocanada de aire visita la estancia. La luz, en cambio, baila con las telas iridiscentes que la reflejan según sus variaciones.

Recién al final corto el exceso de tela, así estará lista para ser espigada.